Tradúceme:

miércoles, 27 de febrero de 2013

Capítulo X: Sólo sé que volví a sentirme una adolescente.

Ya eran las ocho y me estaba empezando a preparar. Algo sencillito: un pantalón vaquero, una camiseta, unos tacones y una blazer azul. Mientras me pintaba, el timbre sonó y fui corriendo a abrir. Borja había llegado, y yo ya estaba sudando.

- Uf… Estás preciosa.
- Vale. ¿Dónde vamos a ir? La verdad es que tengo prisa – respondí con desdén.
- Veo que sigues siendo igual de dura, me encanta. Vamos a ir a cenar a un sitio que me gusta bastante y después a dar un paseo para hablar tranquilos. ¿Te parece?
- Mejor solo cenamos.
- Lo que prefiera la señorita – dijo mientras me extendía el brazo para que me enganchara a él. Pero ya sabéis quién siguió hacia adelante y se metió en el coche sin ni siquiera rozarlo, ¿no?

Una vez dentro del coche puso música en la radio de su coche. Tenía un Alfa Romeo Brera de color gris, demasiado coche para un camarero de un chiringuito de playa…

- ¿De quién es el coche?
- De mi padre, ¿por qué?
- Ya decía yo que, siendo un camarero, no creo que te pudieras permitir muchos lujos.
- Buf… - bufó - ¿Cómo te va todo, Dafne? Hace años que no hablamos.
- Muy bien, la verdad.
- Ah… Me alegro. A mí también la verdad.
- Qué bien.
- Dafne, deja de hablarme así, por favor. Quiero pasar una noche magnífica y hablar contigo pero tu prepotencia está haciendo que me ponga de los nervios y si sigues así…
- ¿Si sigo así qué? – le interrumpí - ¿vas a pegarme?

Se hizo un silencio realmente incómodo y percibí que le afectó lo que le dije, aunque me daba igual. Él me hizo daño y lo que hizo fue imperdonable, o eso pensaba.
Al llegar al restaurante vi que era un bar-pizzería pero no uno cualquiera. Era el local dónde lo conocí, dónde me pidió el número hace tantos años y dónde íbamos a cenar todos los años por nuestro aniversario.

- ¿Por qué me has traído aquí? – pregunté con tono nervioso.
- Hoy es 22 de Junio, es tradición para los dos, ¿no? – sonrió para concluir la frase, cosa que me puso verdaderamente tensa.

La verdad es que era una enorme casualidad que nos encontráramos justo este día.

- ¿Quieres lo de siempre? ¿Una hamburguesa con doble de queso, sin cebolla y con salsa barbacoa?
- No. Hoy voy a cambiar de menú – no es que no me apeteciera, es que me molestó que todavía se acordara.
- No seas orgullosa. ¿Pepsi, no? Ahora vengo, voy a pedir. 

¿Por qué diría que sí? No sé cómo, pero tengo mariposas en el estómago, ¿significaría algo? Mis pensamientos fueron interrumpidos por un retortijón.

- No, son nauseas – dije en alto y hablando conmigo misma, esperando que nadie me hubiera escuchado.
- Bueno, ¿qué tal vas de amores, Dafne? Estás guapísima y no creo que estés soltera.
- Pues la verdad es que sí, estoy soltera, pero no he venido a hablar de esto. Dime lo que ibas a decirme y terminemos esta noche lo antes posible.
- Dafne, lo siento.
- Qué lindo eres. Un “lo siento” lo arregla todo, claro. No me acordaba de tu forma de hablar tan elocuente.
- Dafne, no seas así. Lo siento de verdad… Todo. No debí engañarte, eras… Eres perfecta. Guapa, simpática, lista y con un gran potencial. Tienes una fuerza de voluntad enorme y lo has demostrado viniendo hoy. Creí que nunca volvería a verte pero el destino te puso en mi camino, otra vez.
- Para el carro. El destino hizo que nos encontráramos, no que volviéramos a unir nuestros caminos. Ni vamos a unir nuestros caminos, ni vamos a unir nada.
- Lo siento por lo de aquel día… No tengo excusa, estaba muy nervioso y no entiendo cómo pude hacerte eso. No he sido capaz de estar con ninguna mujer después de ti. Sé que soy una bestia y que no merezco ni a un perro a cargo mío pero no podía vivir más con esto. Quería escuchar de tu boca que me habías perdonado.
- No lo escucharás, porque no lo he hecho. ¿Sabes? Yo tampoco he podido estar con nadie porque no logro ser fiel. Me da miedo el compromiso y por culpa de eso he perdido al hombre de mi vida. Supongo que he de darte las gracias.
- De verdad, Dafne. Han pasado muchos años ya de eso… Y necesito algo que me haga olvidarlo aunque no podré, pero aunque sea quiero sentirme mejor con mi pasado.
- Jódete, así de claro. Eres una bestia, una persona que no merece nada de nadie y nunca me mereciste.
- Dafne, ¿tú me has olvidado? 

Se me secó la boca y me costó tragar saliva.

- Obviamente.
- Yo no.
- No seas penoso – dije entre risas – sabes que nunca me quisiste.

En ese mismo momento, acercó su cara a la mía.

- Te lo prometo, Dafne. Eres y serás mi princesa.
- Ahora si has conseguido que tenga nauseas.
- No seas tonta… Y come, que queda un largo paseo – dijo mientras empezaba a comerse su hamburguesa.

Mientras comíamos, hubo un par de miradas de él hacia mí en plan de arrepentimiento y el resto del tiempo me miraba como un niño al firmamento esperando que pase una estrella fugaz. Como si fuera lo único que había allí. Yo me limité a quitarle la mirada.
Cuando comimos se levantó a pagar y yo salí del local. Me vinieron millones de recuerdos y cuando estaba despistada se acercó por detrás y me tapó los ojos con una venda.

- ¿Qué coño estás haciendo? – grité nerviosa.
- Relájate, princesa. Es una sorpresa.
- Como vuelvas a llamarme princesa te rompo la boca.
- Si es a mordiscos sí, fiera.

Intenté pegarle pero no lo encontraba a mi alrededor. Supongo que se apartaría para no recibir un golpe.
A los quince minutos se paró en seco y me paró a mí también tirándome del brazo.

- Aquí estamos – dijo quitándome la venda.
- No. Vámonos. YA.
- ¿Por qué? Antes te encantaba este sitio.
- Antes no me habías casi matado.
- Disfruta de nuestro sitio. Disfruta de mi compañía. Sé que aunque no lo digas, me echabas de menos.

Estábamos en la plazoleta dónde solíamos ir todas las tardes a besarnos y sacarnos fotos pero lo peor de todo es que tenía razón. Lo había echado de menos pero eso no significaba que lo necesitara en mi vida.

- Sí, en su momento sí. Ya no.
- Daf, eres preciosa – hablaba mientras me quitaba el pelo de la cara – seguro que cada día más. Perdóname – noté un cierto sonido procedente de su garganta y al mirarle a los ojos vi que estaba llorando – te quiero, Dafne. No he podido olvidarte porque eras la mujer de mi vida y no pretendo que vuelvas conmigo, sólo que me perdones.
- No llores. No me hagas esto. Me costó horrores olvidarte, ¿por qué quieres hacerme esto? No te hice nada, solo te quise y tú me hiciste daño – rompí a llorar yo también… y nos abrazamos.

No me acuerdo de los siguientes cinco o diez minutos, sólo sé que volví a sentirme una adolescente: haciéndolo con él en el coche del padre, como muchísimos años atrás. Lo único que cambiaba era el año y que anteriormente, era un Fiat Fiorino. Lo demás era totalmente igual: la pasión, los besos y el saber que no debería de estar allí.


No hay comentarios:

Publicar un comentario