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domingo, 17 de febrero de 2013

Capítulo IX: Las cosas en mi pueblo se hacen así.

Al despertar a la mañana siguiente, los rayos de sol entraban por la ventana y me alumbraban el rostro mientras me invadía un calorcito que me indicaba que el tiempo estaba perfecto para un día de playa pero antes de ir a zambullirme en el mar, tenía que llamar a Daniel, a lo mejor le apetecía hacer algo. Cogí el teléfono y a ello fui.

- ¿Quién es? – respondió una voz femenina.
- Em… Hola. ¿Está Daniel?
- Sí, espera. 

¿Quién es ésta ahora y por qué coge el teléfono de mi futuro marido? 

- ¿Qué pasa, Daf? – contestó con una voz alegre.
- ¿Quién era esa? Si puede saberse, claro – intenté disimular los celos, pero no se me da nada bien.
- Nadie, una compañera de piso. ¿Qué ibas a decirme?
- ¿Te apetece hacer algo? Ir a la playa, salir a comer…
- La verdad es que sí, pero ya tengo planes. Lo siento, voy a salir con una amiga a comer.
- Ah… Vale. Pues nada, ya nos veremos.
- ¡Claro! Un beso, tonta. Te llamo a la noche si tengo un hueco y quedamos – inmediatamente colgó sin darme la oportunidad de responderle. Ya decía yo que el día no podía irme tan bien como parecía.

Me puse mi bikini, una camiseta de encaje rosa y unos pantalones cortos, cogí mi bolso de la playa con el protector, las gafas y la toalla, y me dispuse a ir hacia el coche para emprender mi día de playa. En esos momentos de soledad y con ganas de romper la rutina echaba de menos a mi amiga Katia la no-casada y sin obligaciones.
En tres horas llegué a Gandía. No es la mejor playa que hay en el mundo pero hacía un tiempo bastante bueno, aunque el agua debía estar helada. Después de aparcar me dirigí a la playa, extendí la toalla y me quité el pantalón. Hacía bastante sol pero el aire fresco contrarrestaba el calor que hacía. Me senté en la toalla y empecé a mirar a la gente que llegaba. Gente que viene y gente que va. Una chica con su novio besándose en el agua, un niño haciendo un castillo de arena y otro enterrando a su padre en ella, un chico sirviendo refrescos en el chiringuito que viene hacia aquí, espera… ¿Borja?

- Ey, ¿eres Dafne, no? ¿Me recuerdas?
- No, no soy Dafne. Me da que te has equivocado.
- Anda, no seas tonta, que te he conocido perfectamente. Sigues siendo tan guapa como antes.
- ¿Para qué te has acercado a mí? ¿No crees que eres un poco caradura al presentarte así como si nada y venir a saludarme?
- ¿Lo dices por lo de la última vez que nos vimos? Me gustaría hablar contigo, Daf. Los dos solos y si puede ser, cenando en un sitio bonito.
- ¿De verdad eres capaz de venir a decirme esto? Eres un gilipollas – dije mientras le daba la espalda dispuesta a irme pero me cogió del brazo con firmeza.
- Sólo quiero hablar, Dafne. Creo que me merezco darte una explicación.
- No.
- Por favor. Te aseguro que no he podido perdonármelo… Una sola cena y no volverás a saber nada de mí. Te lo prometo, Daf.
- No me llames Daf.
- Dafne, por favor – dijo con lágrimas en los ojos, inspirándome tanta pena como ternura, pero eso era malo, todavía era capaz de ablandarme.
- Vale. Ven a esta calle a las ocho y media. Pagas tú y antes de las once quiero estar en casa, no quiero perder el tiempo contigo – dije apuntándole mi dirección en el brazo con un boli que tenía en el bolsillo de la camiseta.

Inmediatamente, recogí mis cosas y me fui dejándolo atrás. Sentía que, mientras me iba, alguien me estaba mirando pero no me atreví a darme la vuelta para asegurarme. Hoy sí que necesitaba una terapia con Irina, pero desde que pasó hace unas semanas lo de Daniel, no he vuelto a ir a su consulta. Debería llamarla.

- ¿Sí?
- Irina, soy Dafne…
- ¡Hola, perdida! ¿Dónde has estado? Seguro que encontraste a algún chico y te has ido a una playa tropical sin mí – dijo riéndose a carcajadas, lo que hizo que yo empezara a reírme y me animara. Me hablaba como si me conociera de toda la vida y eso me resultaba cómodo.
- Casi casi. Me gustaría quedar para hablar.
- ¿Cómo paciente-psicóloga o charla de amigas?
- Lo que tú prefieras, si quieres en cuanto llegue a mi casa, me preparo y voy a tu casa, ¿vale?
- Perfecto, cielo, pero creo que debería avisarte, va a venir Daniel.
- ¿Cómo?
- Sí, que mi hermano va a venir a comer hoy a casa.
- Ah, vale, no pasa nada. Con tu hermano ya todo está arreglado.
- Ya, ya lo sé. Bueno, adiós, ¡hasta ahora! – después de esto colgó. ¿Qué significa ese “ya, ya lo sé”? ¿Qué sabe? Daniel me había dicho que tenía planes… ¿Por qué me mintió?

Llegué por fin a casa, me duché y me preparé. Salí hacia la casa de Irina sobre las doce del mediodía así que llegaría justo para poner la mesa. Al rato, llegué y pude advertir que el coche de Daniel estaba aparcado frente a la puerta del garaje y que estaban cerrando la puerta, por lo que supongo que acabaría de llegar. Bajé del coche y me dirigí a la puerta, toqué el timbre y me abrieron esos preciosos ojos que me tenían loca.

- ¿Qué haces aquí? – dijo en tono nervioso.
- Llamé a tu hermana porque necesitaba hablar y me invitó a comer.
- Ya veo. Mi hermana es muy oportuna siempre – decía mientras yo entraba a la casa. No me dio dos besos, ni siquiera me preguntó cómo estaba. Se dedicó a observar cómo iba vestida y a mirar hacia todos lados como si buscara ansioso algo en concreto.
- ¡¡Hola, cariño!! – me saludó Irina con enorme entusiasmo.
- Hola, Iri. ¿Te ayudo a poner la mesa?
- No, no. Hoy la ponen mi hermano y su novia. Vamos a hablar tú y yo.
- ¿Su novia? – miré hacia la cocina y efectivamente, ahí estaba Ana. La Barbie y el Ken habían vuelto.
- Sí, la conociste el otro día.
- Ah, sí, sí. Es que si me fue la cabeza – dije riéndome aunque se notaba que lo hacía falsamente.

Subimos la escalera que estaba delante de la puerta de la entrada y nos dirigimos al piso de arriba. Allí entramos a una habitación que bajo mi punto de vista tenía un estilo infantil pero coqueto. Me gustaba.

- ¿Es tu habitación? – pregunté.
- Oh, no. Esta habitación la decoramos yo y mi ex para la niña que esperábamos, pero nada salió como quisimos…
- ¿Qué pasó con la niña? Si puede saberse.
- Pues lo dejé con mi ex y discutiendo ese mismo día me empujó con la mala suerte de que estaba cerca de las escaleras. Perdí a la niña en el acto, pero sé que no lo hizo queriendo. Pero bueno, vinimos a hablar de ti, ¿no?
- Lo siento por ser tan metiche en todo… - dije realmente avergonzada por mi pregunta de antes.
- No pasa nada, cariño. A todos nos gusta conocer el pasado de otras personas sea bueno o malo. Ahora cuéntame qué te pasa.

Empecé a contarle que iba todo muy bien con Daniel, pero que me había mentido y ahora mismo prefería no hablar de eso. Después le conté la historia de la playa, mi reencuentro con Borja y esa lagrimilla que se me escapó en el coche al venir de Gandía. Después de hablar yo sola durante una hora, ella concluyó diciéndome:

- Dafne, ten cuidado. Es bueno que quieras enfrentarte a tu pasado pero hazlo con precaución. Ese chico te dejó huella por lo bueno y por lo malo. No hagas el tonto y evita las situaciones forzadas. Tú me entiendes y en cuanto al otro chico, mi consejo es que hables con él seriamente, puede estar intentando devolverte la moneda ya que tú lo engañaste.
- Puede ser… Gracias, Irina. No sé qué haría sin ti – después de esto, le di un abrazo y se escuchó un grito desde abajo:
- ¡¡¡A comer, chicas. Que se enfría la comida y Daniel está hambriento!!!

Bajamos las escaleras y nos sentamos en la mesa. Daniel no dejaba de mirarme y de sonreírme, mientras Irina nos miraba con cara pensativa y volvía a mirar hacia su plato. Una vez más, interrumpieron el silencio.

- Dafne, ¿y qué tal? Veo que te gustó la cena del otro día. Quisiste repetir y todo – la Barbie habló en tono irónico y con un cierto punto sarcástico.
- Pues sí – dije entre risas – La verdad es que me lo pasé muy bien. La noche salió perfecta o eso creía.
- ¿Creías? – preguntó Daniel, lo que hizo que su hermana y su supuesta novia clavaran la mirada en él.
- Sí, creía. Es lo que pasa cuando te gusta un chico que tiene novia, suelen pasar cosas que no deberían de pasar. Pero da igual, creo que será difícil de entender para vosotros, se nota que estáis muy unidos.

Irina se levantó de la mesa intentando que nadie se diera cuenta de que se estaba riendo y Ana la miró con cara de enfadada. Acto seguido, Daniel cogió su plato y se fue. Ana y yo nos quedamos solas y otra vez, habló ella.

- Ahora que estamos solas, sé lo que intentas. Daniel es mío, ¿entiendes?
- ¿Cómo? – dije intentando aparentar incredulidad.
- No seas zorra. Sé que lo besaste y que por eso me pidió un tiempo, pero monada, ya hemos vuelto. Aparta tu culo de mi relación y vete a zorrearle a otro, ¿quieres?

Me levanté de la mesa, la cogí del brazo y la llevé a la cocina. Allí estaban Irina y Daniel hablando y riéndose. La coloqué calmadamente en la entrada de la puerta y dije:

- Mira, monada. Así hacemos las cosas en mi pueblo – como con un impulso me lancé a los brazos de Daniel y lo besé. Durante unos segundos no me apartó pero después en un intento de disimular lo hizo.
- ¿Pero qué haces?
- No te hagas el tonto, Daniel – dije con voz seca – y ahora, vete a mentirle a otra. Por cierto, esta noche tengo plan, no me llames si necesitas cumplir uno de tus deseos – me di la vuelta y salí por la puerta de atrás pero ésta vez orgullosa de mí misma.
Orgullosa pero a la vez me sentía mal, ¿habría roto una pareja de verdad?

2 comentarios:

  1. Me encanta todo lo que has escrito; acabo de encontrar tu página por casualidad y cada vez que leía un capitulo quería leer más me ha fascinado la historia. por favor sigue escribiendo mas porque quiero leer todo lo que escribes.
    No se realmente porque me gusta esa historia pero me he enganchado.
    eres de Gran canarias yo también soy de Gran canarias norte.
    un abrazo sigue escribiendo mas por favor que quiero seguir leyendo todo lo que publicas. :)

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  2. Me alegro de que te haya gustado tanto jaja :)
    Pues yo también soy de la parte Norte, de Guía exactamente jaja un besito y espero que te gusten los siguientes capítulos!

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