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miércoles, 16 de enero de 2013

Capítulo VIII: Las lágrimas pueden con el rímel permanente, está demostrado.

- Me acabo de duchar y ya estoy sudando, esto no es normal. Me he cambiado tres veces de ropa y he roto un vestido intentando ponérmelo. Joder, ¡qué nervios! Daniel seguro que irá guapísimo… Aunque él está guapo siempre, sobre todo acabado de despertar, despeinado y en calzoncillos. Dios, si es que no sé qué pensaba cuando dejé que se fuera. Bueno, da igual - hablaba sola como si estuviera loca mientras me pintaba frente al espejo.

Me puse unos pantalones ceñidos negros, un suéter beige y unos tacones beige y negros. Sí, así iba vestida en la primera cita que tuve con él, aunque probablemente no se dé ni cuenta.
Salí de mi casa y pillé un taxi hacia la calle que había apuntado Irina en el papel y cuando llegué me quedé asombrada. La casa era enorme, estaba pintada de blanco y las ventanas eran azules, tenía una piscina en la parte delantera y estaba rodeada por una valla blanca. El buzón era como los de las películas americanas y era de color azul también. Realmente, la casa era preciosa… y cara. Llegué al porche y toqué el timbre. ¿A que no sabéis quién me abrió?

- Hola, tú debes de ser Dafne, la amiga de Iri, ¿no? Encantada, soy Ana.
- Hola. Sí, soy Dafne. Tú eres su cuñada, ¿no? Veo que eres tan guapa como ella dice, eh - dije en tono irónico.
- ¡Cómo es esta Irina! Anda, pasa, preciosa - dijo sin pillar mi ironía.

Era simpática, eso sí que no podía negarlo pero me da igual, dentro de poco se le borraría esa sonrisa de Barbie que tenía.
Entré en el salón y vi que Irina y su hermano estaba riéndose viendo unas fotos.


- ¡Hello, Irina! - saludé eufóricamente.
- ¡Qué bien que hayas llegado ya! Mira, este es mi hermano Daniel. Daniel, esta es la chica de la que te he hablado.
- ¿Dafne? - dijo asombrado.
- Sí, Dafne. Encantada, Daniel.
- Em… Encantado - dijo mientras salía del salón con cara de pocos amigos.
- Creo que no le he caído bien a tu hermano - le dije a Irina para disimular un poco.
- Déjalo, a veces es un poco antipático pero es buen chico. Seguro que a lo largo de la noche le caerás bien.
- Eso espero.

Mientras cenábamos había un silencio un tanto incómodo, hasta que lo interrumpieron.

- Bueno, Dafne, cuéntanos, ¿trabajas o estudias? - preguntó Ana mostrando verdadero interés sobre mi vida.
- Pues trabajaba en una agencia para modelos, diseñaba su ropa y se la mostraba a mi jefe. Tres años después me echaron y ahora he montado una tienda de ropa debajo de mi casa, y la verdad es que me va bastante bien. No tengo a nadie que me diga lo que hacer, ni cómo hacerlo y a las chicas jóvenes les gusta mi ropa. Voy poco a poco cumpliendo mis metas.
- Pues me alegro. Y de amores, ¿qué tal? ¿Tienes novio? - preguntó nuevamente.
- No… Estuve hace poco con un chico pero no funcionó.
- ¿Y eso? Si puede saberse.
- Le hice daño y lo perdí. Hoy día me arrepiento muchísimo pero bueno, la vida es así. Hay que seguir adelante.

Daniel se levantó de la mesa sin decir nada y se dirigió a la cocina.

- Creo debería hablar con él. No sé por qué pero creo que cada vez que hablo, le irrito. ¿Os importa? Me gustaría saber si tiene algún problema conmigo o algo - pregunté inocentemente.
- No pasa nada, ve. Creo que a Daniel le gustará hablar contigo - dijo Ana con un tono que no me gustó nada. Creo que sabe exactamente porqué estoy allí y mi historia con Daniel.
- Gracias, no tardaré nada. Mientras tanto criticadme o algo - dije riéndome.
- Anda, no seas tonta. Vete y habla con él. Está irritable hoy - me incitó Irina. Creo que ella también lo sabe todo. No se la he pegado a nadie, soy mala disimulando, está demostrado.
Cuando entré a la cocina pude ver que Daniel estaba apoyado en la repisa de la cocina con la cabeza entre las manos y susurraba por lo bajo algo que no podía entender.
- Daniel, ¿te pasa algo?
- ¿Qué haces aquí? ¿Por qué me haces esto? ¿No crees que me hiciste bastante daño en su momento como para perseguirme ahora?
- No he venido a hacerte daño. Sólo quería…
- Me da igual, Dafne - me interrumpió. - Ana sabe todo lo que pasó entre nosotros y no le ha hecho ninguna gracia que vinieras. Sabía que me ibas a dar problemas tarde o temprano y míralo, no me equivocaba. ¿Qué quieres de mí? Dime.
- El problema es que te quiero a ti. ¿Sabes? Te echo de menos, te he echado muchísimo de menos y tenía muchísimas ganas de verte. Daniel, el día que te vi en el gimnasio, se me partió el alma. Te necesito en mi vida y voy a luchar por ti.
- ¿En serio? ¿Me necesitas? ¿Por eso te acostabas con otros? ¿Por eso me evitabas delante de la gente y me tratabas mal? Sólo querías sexo, ¿no? “No te enamores, no quiero hacerte daño”, ¿lo recuerdas?
- Lo recuerdo y me arrepiento de haberlo dicho. No sabía que estaba delante de la persona que me iba a hacer feliz y de la única persona por la que daría todo por recuperarla.
- Sí, lo que tú digas.
- Daniel, mírame a los ojos y dime que ya no me quieres - dije acercándome a él con una mirada realmente sensual.
- No lo sé - dijo mientras me apartaba de él cogiéndome por los hombros.
- ¿Ves? Todavía no me has olvidado. ¿Por qué te empeñas en seguir con ella? Yo te quiero y he cambiado. Llevo meses sin acostarme con nadie y eso que he conocido a un montón de chicos en este tiempo, pero no he podido dejar de pensar en ti.
- Por favor, vete - me pidió casi llorando.
- No te pongas así, he venido a recuperar algo que era mío y que por tonta perdí.
- Dafne, esto no es una película… Aquí no se arregla nada pidiendo perdón, ni con un beso y una caja de bombones, ¿no lo entiendes? Esto es la vida real y en esta vida, tienes que acarrear tus consecuencias.

Instintivamente me abalancé sobre él y le besé. Hace un tiempo arreglábamos las discusiones así, a lo mejor funcionaba… y así fue. Nos dimos el beso más cálido y romántico que había experimentado en mi vida. Al principio puso resistencia, pero después, el amor fluyó y entonces…

- Dafne, lárgate. No quiero volver a verte en mi vida.
- ¿¡Qué!? - dije sin enterarme de nada.
- Te he dicho que te vayas.
- Pero… Nos hemos besado, yo te quiero y tú a mí, ¿qué problema hay?
- Que siempre consigues lo que quieres, ahora me quieres a mí y me tienes, mañana quieres un polvo pasajero y seguramente lo tendrás. Para ti no soy el motivo de tu sonrisa, soy una opción para sonreír y yo valgo más que eso.
- Daniel, te quiero de verdad. Perdóname - dije llorando.
- Perdonada estás pero ya no te miro con esos ojos enamorados de antes. Te quiero, sí, pero ahí fuera hay alguien que no se merece esto. Al igual que yo no me merecía lo que me hiciste. Esta vez no te saldrás con la tuya, lo siento.
- Daniel, yo… Nada. Lo siento.

Salí por la puerta trasera y empecé a caminar hacia mi casa con los tacones en la mano. Me he dado cuenta de una cosa y es que las lágrimas pueden con el rímel permanente, está totalmente demostrado. Al poco rato de salir de aquel infierno, empezó a llover. Daniel ya no está enamorado de mí, ¿cómo puede haberme olvidado? En realidad me lo merezco, le hice daño y ahora lo estoy pagando… Después de una hora caminando, los faros de un coche me deslumbraron, paró a mi lado y al mirar hacia dentro alguien me habló.

- Entra, no me hagas bajar a abrirte la puerta que no estamos para romanticismos.
Entré al coche y lo vi allí… Me extendió la mano, me dio un abrigo y puso la calefacción del coche. Hasta en esos momentos seguía preocupándose por mí. No me creo que sea tan perfecto.
- ¿Por qué volviste a por mí, Daniel? Dijiste que no querías verme más.
- Está lloviendo y tu casa está bastante lejos. No creo que quieras enfermar.
- Ah… Pensé que… Bueno, da igual.

Entonces empezó a reírse y comenzó a hablarme en un tono más animado y tranquilizante.

- Son bromas. Creo que fui un poco gilipollas antes… Debo de entenderte en realidad, lo has pasado mal y ahora te arrepientes. No lo has hecho de la mejor forma ya que el beso sobró, pero bueno. Yo también he pasado por ahí y no quiero que sufras más, creo que tienes bastante.
- Em… Gracias. Daniel, yo solo fui a la cena por ti, para verte, para escucharte hablar y no sé, sentir que todavía soy parte de tu vida pero cada vez que la besabas, sentía que yo sobraba más y más, y a cada mirada furtiva que me lanzabas, más sentía que todo se había acabado. Lo siento.
- No pasa nada. Dafne, no te he olvidado y eres alguien impresionante pero yo no puedo dejarlo todo por ti. Entiende que tú nunca dejaste nada por mí y eso siempre me va a quedar dentro. Además, quiero a Ana, es una chica que además de atractivo, tiene todo lo que quiero en una relación.
- Yo también lo tenía…
- Dafne, le he pedido a Ana un tiempo. Le he dicho que estoy muy agobiado, están a punto de despedirme del trabajo porque hace meses que no me contratan para nada y encima apareces tú con esa ropa… Que sí me he dado cuenta, tonta. Nuestra primera cita.
- Qué detallista eres, en serio. Pero no quiero tener nada que ver en tu relación, vuelve con ella.
- Realmente no es por ti, estoy muy agobiado y ahora que vivimos juntos, estoy muy estresado. Es perfecta pero necesito un par de días para mí para centrarme en mí y mis deseos.
- ¿Deseos?
- Sí. Ya hemos llegado a tu casa, más bien, desde hace diez minutos. ¿Te bajas o te abro la puerta? - dijo mientras se reía.
- Ah... Eh, no no. Ya me bajo. Gracias, Dani.
- De nada, Daf - dijo mientras me daba un beso en la mejilla.

Cuando se hizo hacia atrás, se quedó muy cerquita de mi cara, mirándome a los ojos y se mordió el labio inferior. Quise besarle pero no lo creí ético. ¡A buenas horas empiezo a ser una chica decente! Me bajé del coche y caminé hacia la puerta de mi casa. Estoy horrible pero al fin y al cabo no ha salido del todo mal la noche. Daniel no tiene novia, yo tengo posibilidades con él y tengo muchísima esperanza en esto. Puede que me suerte esté cambiando por fin.
Lo que no sabía es que mi vida iba a cambiar para siempre y de forma drástica…