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lunes, 17 de diciembre de 2012

Capítulo VII: Tengo una segunda oportunidad y no voy a desperdiciarla.

Me he vuelto a aficionar al rap, hacía años que no me ponía a escuchar ese tipo de música y todo empezó ayer cuando encontré una caja en el trastero dónde guardé todos los recuerdos de mi adolescencia cuando me fui de casa, ¡qué recuerdos!

Dentro de la caja había una sudadera que me regaló Katia cuando nos conocimos, un millón de fotos de mis amigos y de mí con unas pintas que no me las termino de creer y estaba mi iPod, mi querido iPod por el que estuve trabajando meses para poder comprármelo e indagando en él, pude ver que mi época rapera realmente no había desaparecido. Seguía siendo la misma chica que vestía con gorras al revés, sudaderas y pantalones vaqueros anchos. Un millón de recuerdos vinieron a mi mente y empecé a llorar, no sé por qué. Los recuerdos afloraron en mí como si de un tatuaje se tratara, entonces me di cuenta de que no podía escapar de mi pasado. Nunca fui una chica rica, ni guapa, ni siquiera sé si llegué a ser alguien o si lo soy.

El timbre de mi móvil interrumpió mis pensamientos y vi que Irina me estaba llamando, hoy hace dos meses que empecé la terapia y hoy hemos quedado para visitar el barrio donde viví cuando era pequeña y, como de costumbre, llegaba media hora tarde.

- Lo siento, Iri. Hoy tuve que cerrar la tienda más tarde y no he podido salir antes.
- No pasa nada, tonta, te llamo porque pensé que te habías echado atrás.
- No, tranqui, llego en diez minutos.
- Perfecto, hasta ahora.

Cogí una de mis antiguas sudaderas y los primeros pantalones que pillé y salí corriendo. Me percaté que esa vieja sudadera todavía olía a aquel perfume que me gustaba tanto, aunque ahora mismo no me hace mucha gracia ese olor.

Llegué a la puerta de la consulta y me monté en el coche de Irina. Arrancó y me sumí en mis pensamientos, casi no hablamos porque no sabía qué decirle. Cuando estoy con ella no dejo de pensar en Daniel, en cómo hacer para que ella me acerque a él.

- Bueno, Irina. Cuéntame algo de ti, tú conoces todo de mí y yo de ti nada.
- Pues… No sé. Realmente, no sé qué contarte. No hay nada que contar sobre mi vida.
- Katia me dijo que tuviste una infancia difícil.
- Pues sí…
- ¿Se puede saber por qué?
- Pues… Mi padre nos abandonó cuando tan sólo tenía cinco años y mi madre cayó en una depresión dos años más tarde. Mi hermano fue quién se hizo cargo de mí y quién trabajó para pagarme la carrera. Cuando tenía siete años, mi madre ya se estaba recuperando de la depresión y entonces asesinaron a mi abuelo y a mi abuela, entraron a robar a su casa y cuando mi abuelo se despertó porque escuchó ruido, en un intento de llamar a la policía, el ladrón usó su arma y bueno…
- Puf… Lo siento, no debería de haberte preguntado.
- No pasa nada, lo tengo superado. A quién más le costó fue a mi hermano y sobre todo a mi madre. Ella nunca levantó cabeza y hoy día, está en el psiquiátrico. Mi hermano y yo vamos todos los fines de semana a verla.
- Que mal… ¿Y tú hermano cómo lo superó?
- Pues… Con coraje. Estuvo yendo a varios psicólogos hasta hace seis años. Se enamoró de su psicóloga y eso hizo que se terminara de recuperar, lo ayudó muchísimo pero no cuajó la relación y hace unos años estuvo con una chica que nunca quiso presentarme pero creo que ella le hizo daño.
- ¿Qué te hace pensar eso? - dije bastante nerviosa.
- Pues porque no dormía, casi no comía y empezó a ir otra vez al psicólogo, o sea, empezó una nueva terapia con la chica ésta que te dije. Ahora mismo vuelven a estar juntos pero creo que no durarán… Aunque lo veo feliz y si es así, pues me alegro por los dos.
- Ah… Bueno, pues me alegro por él - quise dejar de hablar de ese tema y preferí concluir así.

Pude percatarme de que ya estábamos en Villaverde Bajo, un barrio de Madrid. Pasamos por delante de mi antigua casa y pude fijarme que estaba tal y cómo la dejé aunque ligeramente descuidada. Estaba el buzón rosa dónde mi hermano y yo dejamos nuestras manos pintadas y en la verja que rodeaba la casa todavía estaba el cartel de “Cuidado, pequeños tratos sueltos. Altamente peligrosos.” que había hecho mi madre en la época en que todos éramos felices. Qué recuerdos…

- ¿Qué tal lo llevas? - preguntó Irina.
- Bien… Me siento rara. Hacía años que no pasaba por aquí y estoy como desubicada.
- Normal.
- ¿Qué tal si nos vamos ya? Me estoy empezando a poner enferma - dije mientras miraba por la ventana y observaba fijamente hacia un chico de unos treinta y cinco años.
- ¿Quién es ese chico al que estás mirando?
- ¿Ese? Es Borja. Te he dicho que nos vayamos ya, no quiero seguir aquí.
- Vale, vale. Ya doy la vuelta.

Pasó casi una hora en silencio hasta que llegamos a la calle donde vivo. Cuando fui a bajarme del coche Irina lo impidió.

- ¿Te gustaría venir a cenar a mi casa esta noche?
- No lo sé - respondí cortante.
- Voy a cenar con mi hermano y mi… bueno, un amigo.
- Em, ¿qué? sí, sí, iré - balbuceé.
- Vale, pues a las ocho vente, te apunto la calle - dijo apuntándome la dirección en una papelito mientras se reía tontamente, cosa que me puso de mal humor. No sé por qué.
- Vale, pues hasta la noche, cariño.

Voy a cenar con Daniel, no me lo creo. Y… Con su novia. Seguro que vendrá. Pero da igual, quiero verlo sonreír, quiero sentarme en la misma mesa que él y mirarlo con ojitos, quiero que se sienta intimidado de tanto mirarlo. Por fin, Irina me ha abierto las puertas a él. Cogí el móvil y le escribí un sms a Katia: “Gracias, amiga. TE QUIERO” y seguidamente lo envié. Gracias a esta tontería del psicólogo tengo una segunda oportunidad y no voy a desperdiciarla.

Inmediatamente fui a ducharme, eran las seis de la tarde y tenía que estar perfecta, la novia de Daniel no iba a ser nadie a mi lado.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Capítulo VI: Siempre quise ser psicóloga, pero nunca pensé que iría a uno.



Hoy he hablado con Katia y me ha aconsejado que fuera a una psicóloga, yo la tomé en broma, pero no, era en serio. Adivinad quién está en el coche de Katia con las muñecas amarradas con una soga, yendo al centro de Madrid en contra de su voluntad.
-       ¿Sabes Katia? De pequeña quería ser psicóloga pero cuando me fui de casa dejé los estudios y me dediqué a hacer otras cosas. Siempre había querido ser psicóloga.
-     Sí? Pues no lo sabía.
-         Ya. Siempre quise serlo, pero nunca pensé que iba a estar en la consulta de uno. ¡¡No estoy loca!!
-         Yo creo que sí, pero no te traigo aquí por eso. Es una compañera de la facultad, una de las mejores psicólogas que conozco. Ha tenido una vida… Complicada, como la tuya. Creo que ella podrá entenderte muy bien y ojalá consiga encarrilarte, desde que Daniel se marchó, no haces otra cosa que beber como una cosaca e intentar aparentar que tienes dieciocho años. Y ya tienes casi treinta. No tienes edad para tonterías.
-         Vale, madre -. Ahí concluyó la conversación. Entiendo que quiera ayudarme, es mi mejor amiga pero creo que es mi vida y con ella puedo hacer lo que me de la gana. Si quiero comportarme como una niñata, lo hago y punto.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando me fijé que estábamos delante de la consulta. Nos esperaba en la puerta una chica de melena rubia y ojos grises. Era mona, la verdad, y su cara me sonaba muchísimo. Seguro que la he visto en alguna discoteca o algo… no lo sé.
-         Hola, soy Dafne - dije a regañadientes cuando me bajé del coche.
-         Hola, Dafne. Me llamo Irina, veo que al final consiguió engañarte - dijo con tono simpático.
-         Sí, al final conseguí que viniera. Ojalá no salga corriendo en cuanto te des la vuelta - dijo Katia para terminar de rematar la broma.
-         Yo no sé de qué os reis - no sé dónde le ven la gracia a obligarme a venir a este sitio a contarle mis traumas a una loquera.
Cuando entramos al despacho pude ver que estaba muy bien decorado, muebles en tonos oscuros aparentemente caros y cuadros de arte moderno que para mi gusto, no son más que garabatos sobre un lienzo pero bueno, para gusto se hicieron los colores.
-         Bueno Dafne, siéntate en el sillón o acuéstate, como prefieras, y no sé, empieza a contarme algo sobre tu infancia.
-         No hay mucho que contar. Mis padres pasaban de mí, mi hermano era mejor que yo en todo, mi único apoyo moral eran mis abuelos hasta que murieron cuando cumplí los doce años. A los dieciséis años me escapé de mi casa con mi novio y cuando lo dejamos dormí un par de días en la calle. Encontré trabajo, alquilé un piso de estudiante aunque no estudiaba. Tuve un pequeño lío con un ecuatoriano de ese piso, me puso los cuernos con otra chica del piso por lo que me fui a vivir a otro sitio. Me echaron del trabajo y estuve viviendo a costa del dinero que le quitaba a mi padre de su cuenta durante tres meses porque no sé cómo, tenía su número de cuenta apuntado en una libreta del instituto, en fin… Estudié dibujo técnico y empecé a trabajar en una empresa como diseñadora de ropa. Conocí a Daniel, le hice daño, me echaron del trabajo, mi vida se hundió y ahora estoy aquí, contándole mi vida a una completa extraña que va a sentir pena de mi desgraciada vida y me va a mandar antidepresivos para que no me suicide y así no perder a una loca más.
-         Em… ¿No había nada que contar no? - dijo en tono sarcástico. - Bueno, en principio, creo que tienes muchos traumas infantiles. Te falta afecto familiar… ¿Has vuelto a hablar con tus padres?
-         ¿Estás loca? Ni siquiera pegaron carteles de desaparecida cuando me fui de mi casa. Seguro que ni se enteraron de que me había ido.
-         ¿Eres difícil, eh?
-         ¿Yo? Puede.
-         Háblame de Daniel. ¿Quién es ese chico al que le hiciste daño?
-         No quiero hablar de él.
-         Te traje aquí para que hablaras, así que habla. No te voy a pagar una sesión de ochenta euros para que cierres esa boca de arpía que tienes - dijo Katia haciéndome entender sutilmente que si no hablaba me mataría.
-         Vale. Daniel es un chico que conocí en una discoteca. Yo antes de conocerlo era una chica muy liberal, me acostaba con tíos y al día siguiente me iba de su casa y no volvían a saber nada de mí. Me daba miedo el amor porque un día me enamoré y me hicieron mucho daño.
-         ¿Qué fue lo que te hicieron para que tuvieras tanto miedo? Si puede saberse claro - escarbó en la herida mi querida psicóloga.
-         Puf… Me enamoré de un chico cuando tenía veinte años. Borja… Aún me acuerdo de el olor de su perfume y la forma en la que me dejó diciéndome: “Estás muy buena, nena, pero no eres tú, soy yo, creo que merezco algo mejor”. Era el típico malote de las películas. Piel oscura, ojos marrones pero inquietantes, cuerpo de modelo, labios carnosos y hablaba como un macarrilla de suburbio, pero aun así, yo lo amaba. Me enamoró haciéndome creer que era perfecto pero no era más que un cerdo.
-         ¿Te dejó y por eso tienes miedo del amor? - siguió escarbando.
-         No. Él era un chico que acababa de salir de la cárcel por no sé qué de un robo en un supermercado o eso me dijo a mí. Dos días después de conocerlo, ya vivíamos juntos. Hacíamos el amor cuando nos despertábamos,  a la hora de comer, a la hora de la siesta, por la noche; a todas horas. Aunque también íbamos al cine, a cenar, íbamos al parque a echarle de comer a las palomas y solía leerme poesías qué él mismo escribía. Era todo perfecto. Nunca discutíamos y cuando lo hacíamos, todo se arreglaba con un par de besos. Era lo que yo llamaba “mi príncipe azul”.
-         ¿Entonces, por qué te dejó? No entiendo nada. Todo era supuestamente perfecto. No sé si pedirte su número para mi - bromeó.
-         Ojalá hubiera sido todo tan perfecto. Perdí dos años y medio de mi vida. En ese tiempo, él vivía del dinero que ingresaba yo porque yo pagaba la casa, la comida y todo lo que hubiera que pagar para poder vivir. Él también trabajaba pero la diferencia a mi trabajo es que él nunca tuvo días libres, ni vacaciones. Realmente, no trabajaba como puedes imaginarte. Salía de casa con la excusa de que iba a trabajar e iba a ver a la otra, con la que probablemente hacía lo mismo que conmigo. Otra relación perfecta con sexo salvaje y romance por todos lados, hasta que se descubrió todo.
-         ¿Y por qué no lo dejaste tú entonces?
-         No quería perderlo. Me enteré de que me estaba engañando un día en que le llegó al móvil un mensaje que decía: “Te espero caliente en la cama. Cuando llegues de trabajar ven a la habitación. Feliz aniversario, cariño”. No le dije nada en el momento y ni siquiera le seguí. Le esperé en casa, llorando como loca y sin saber qué hacer. Cuando llegó me preguntó que qué me pasaba y le conté que le había mirado el móvil y que no sabía qué hacer.
-         ¿Y él qué te dijo?
-         Se enfadó porque le había cogido el móvil, tiró el móvil al suelo y me dijo la frase que te dije antes. Cuando se fue a ir le dije que no se fuera y me besó. Volví a caer. Lo hicimos salvajemente y cuando terminamos, fui a preparar la cena. Él vino por detrás y me besó y le dije que me sentía mal porque me había hecho daño, que era un cabrón y no se merecía nada de lo que había hecho por él.
-         ¿Y entonces…?
-         Se enfadó, me insultó y me golpeó hasta dejarme inconsciente. Sólo sé que al día siguiente me desperté en urgencias y sólo vi a Katia a mi lado. Desde entonces no he vuelto a confiar en un hombre.
-         Normal, cariño, pero de todo se sale. No todos los chicos son iguales y tienes que abrirte al amor.
-         ¿Amor? ¿Qué es eso? Tuve algo parecido con Daniel y le puse los cuernos. La cagué y me siento una gilipollas, lo vi el otro día y ya tenía una nueva novia y me merezco que me olvidara. Pero… No sé qué hago contándote todo esto. Ni a ti ni a nadie le interesa mi vida. Lo siento, pero me voy, me incomoda todo este tema y no creo que tenga ya arreglo nada de lo que he hecho - me levanté del sillón y me fui, con los ojos llenos de lágrimas y el corazón a mil por hora.
-         Perdónala, es muy cerrada y le cuesta mucho recordar todo lo que le pasó - Katia se disculpó con la chica.

Capítulo V: Así aprendí a valorar lo que tuve.


Otra vez vuelve a sonar el despertador, mira hacia el lado y veo que no hay nadie. Otra vez. Tenía la esperanza de que hoy hubiera alguien interesante a mi lado, y sobre todo esperaba acordarme de qué hice anoche, pero veo que hoy tampoco tengo suerte. Debería de plantearme dejar de beber tanto, ya casi me he acostumbrado a tener resaca y no distingo cuando estoy resacada y cuando no. Ya tengo una edad, ¿no? Una edad para sentar la cabeza y para dejar de comportarme como una adolescente... Bah, ¿pero qué estoy diciendo? El tequila de anoche me sentó muy mal... Aunque pensándolo bien... Bueno, no". Me desperecé sentada en el borde de la cama y me levanté, me puse un abrigo y fui a preparar el desayuno. Hoy tengo ganas de tostadas con mermelada y una taza de chocolate caliente, total, después lo quemaré en spinning. Eso me recuerda que tengo que llamar a Katia para ver si va a venir conmigo o se  tiene que quedar con los niños... Niños, ya tiene una hija y un hijo... ¡Cómo pasa el tiempo, y cómo cuajó esa historia que un día empezó en la discoteca!
Qué envidia le tengo... Ella ahora mismo no tiene que volverse loca para buscar novio y tiene la vida solucionada: tiene un marido que la adora, dos hijos que la quieren con locura, un trabajo fijo con un sueldo envidiable. Joder, ¡qué suerte tienen algunas!
Aunque pensándolo bien, yo podría haber estado igual si no hubiera sido tan gilipollas. Daniel era perfecto... Detallista, romántico, simpático, gracioso, fiel, sincero... Y lo mejor de todo, me quería aunque yo le fuera infiel, me entendía y era comprensivo conmigo. Hasta que se cansó... Se fue un día a trabajar y nunca más volvió. Me lo advirtió, me advirtió que un día se cansaría de no verme a su lado al despertar y se fue, como me dijo en su momento. Fui tonta, muy tonta. Lo amaba, tanto que me dolía pero no me di cuenta. No sé cómo pude estar tan ciega... Ojalá pudiera volver atrás y hacer que todo fuera diferente, ahora mismo estaría felizmente casada o por lo menos, estaría viviendo con él. Quién sabe si habríamos tenido hijos... Me gustaría haber tenido la parejita, el niño se llamaría como el padre, Daniel, y la chica Keyla...
¿¡Pero qué hago pensando en esto!? Dios, estoy desvariando, anoche seguro que bebí garrafón, será mejor que llama a Katia y me largue ya a spinning, voy a llegar tarde y a mi querido entrenar no creo que le haga gracia que llegue tarde, ¡lo tengo loquito, jajaja!
- Katia, ¿te vienes a mover estos culitos? - dije cuando me contestó al telefóno.
+ Buf, no puedo, Daf. Tengo que quedarme con los niños, hoy Kevin trabaja hasta la noche y no puedo dejarlos solos.
- Joder, tía, eres una aguafiestas. Anoche te fuiste a las diez y media, estás perdiendo facultades, ¿eh?
+ Eso es lo que deberías hacer tú, que te vas a quedar tonta de tanto tequila, jaja. Anda, suda el doble por mí, que yo tengo suficiente lío con estos trastos.
- Vale, mamá. Después te llamo ¡¡y te cuento si me tiré al profe!!
+ No cambias, ¿eh? jajaja llámame, putona.
Ahí se acabó la conversación. "Putona", qué bonito apodo para que te llame tu mejor amiga. Cómo la quiero y la odio al momento, aunque no sería nada sin ella.
Cogí el coche y llegué al gimnasio. Nada más llegar pude divisar de lejos a Mario, mi profesor, y estaba hablando con un chico moreno, de piel canela, con los ojos claros... Espera. Ese es... ¡DANIEL!
Corrí desesperada para poder hablar con él y con las prisas tropecé en el bordillo de la acera de la entrada del gimnasio, en tres segundos perdí toda la poco dignidad que me quedaba ante Daniel, ya que se dio cuenta de mi pequeño percance. Vino hacia mí, me dio la mano y me ayudó a levantar.
+ Hola, Daf. Veo que no has cambiado, ¿eh?
- Eh... Ho... Hola, Daniel. Veo que tú tampoco, sigues igual de...
+ ¿Igual de guapo? No empieces ya...
- Vale. ¿Qué tal todo?
+ Bien, la verdad que bastante bien. Me han ascendido en el trabajo, soy jefe de mi sección; y estoy viviendo con una amiga cerca de aquí, del centro.
- Ah... Vale. Me alegro -. Dije mientras intenté que no se me notara la cara de celosa empedernida.
+ ¿Y tú qué tal?
- Bien. Me han echado del trabajo, pero tengo una tienda propia. Hago la ropa y la doy a vender, la verdad es que estoy vendiendo bastante ropa.
+ ¿Y no estás con nadie?
- No. Sabes que conmigo no va eso, jaja.
+ Ya. Ya lo sé.
Se formó un silencio incómodo y cuando por fin, se decidió hablar fue para decirme:
+ Pues nada, me voy que Ana me está esperando en el coche. Espero que todo te vaya muy bien. A ver si nos vemos un día para tomar algo.
- A... Adiós... - dije mientras se alejaba corriendo. Había empezado a llover. Se metió dentro del coche y se puso el cinturón. El coche arrancó y se alejó por la carretera. En ese coche se había marchado la única forma de que yo volviera a ser feliz, la única razón por la que seguía saliendo todos los fines de semana a la misma discoteca... Es él esa razón. Daniel, mi ex-novio. El amor de mi vida, ese que dejé escapar... por gilipollas.

Capítulo IV: Idiota y más que idiota.


De repente abrí los ojos y pude apreciar que no estaba en mi cuarto, con miedo me giré hacia el otro lado de la cama para ver quién estaba a mi lado...
- ¡JODER! Otra vez no, no no no no no no no. Me voy.
Inmediatamente me levanté, cogí un papelito amarillo y escribí en él: "Buenos días, espero que te lo pasaras bien anoche. Te llamo otro día. Encantada."
No lo llamaré nunca. ¿Cómo es posible que pasara otra vez? Dije que no volvería a hacerlo... Es tan difícil serle fiel a alguien cuando no tienes una relación con él y cuando hay tantos tíos buenos por el mundo y tanto vodka esperándote en la barra de una discoteca.


**Media hora después**

+ ¿Dónde estuviste anoche, Dafne?
- Bueno, yo... Salí.
+ ¿Otra vez?
- No... Bueno, sí. Lo siento, sé que te dije que el finde pasado era el último, pero no pude resistirme, bebí más de la cuenta.
+ ¿No te cansas de noches de pasión y locura? ¿De no sentar nunca la cabeza? No te entiendo de verdad.
- No, la verdad es que no me canso, pero no me canso porque ni siquiera sé lo que somos. Si no te quiero, no puedo serte fiel.
+ Pues si no me quieres, ¿por qué cada día regresas a mi casa después de haberte acostado con otro y me dices que lo sientes?
- Porque.... no lo sé.
+ Pues ya está. Mírame a los ojos y dime que no me quieres.
- No puedo.
+ ¿Entonces? ¿A qué esperas? ¿A que me canse de ti? Estás consiguiendo acabar con mi paciencia y te lo aseguro. Dijimos de intentarlo, de repente te largas de casa y vuelves al mes siguiente llorando y diciendo que me extrañas, te he perdonado porque te quiero, pero ¿ahora qué? ¿vas a seguir haciéndome daño?
- Te quiero... - dije susurrando.
+ ¿Qué?
- ¡Qué te quiero! Ya está, ya lo dije, pero tengo miedo.
+ Mira, me voy a la reunión. Ésto ya lo vivimos una vez, me dices te quiero y desapareces. Piénsate las cosas Dafne, no voy a darte una tercera oportunidad.
- Pero... de verdad que te quiero...
Antes de que terminara de hablar ya se había ido pegándo un portazo. ¿Por qué soy tan gilipollas? Lo quiero pero no quiero mantener una relación. Idiota, idiota, idiota... y más que idiota.

Capítulo III: Lo siento, me enamoré de ti.


Ya hace un año que le conocí. Ese chico de la discoteca. Ese chico con sonrisa de cine, ojos azules, pelo negro y cuerpo de escándalo... Daniel. Ese es su nombre. Ese es mi chico.
Como siempre, a las seis de la mañana suena el despertador. Daniel tiene que ir a trabajar y yo lo despierto cariñosamente.
- ¡Buenos días! - dije a la vez que le besaba el cuello.
+ Buenos días... ¿Qué celebramos hoy? - dijo a la vez que se tiraba encima mía y me sonreía.
- Ya sabes que yo las mañanas las tengo tontitas - dije entre risas.
+ Ya lo sé - dijo riéndose también.
Nos besamos durante un instante y se levantó de la cama.
+ ¿Nos bañamos juntos?
- Veo que no soy la única que tiene una mañana tonta. Vale, vete quitándote la ropa ahora voy - dije mientras lo miraba con un especial cariño.
Me quedé sentada en la cama, pensativa. Hoy me he levantado diferente. Sigue siendo tan guapo como cuando lo conocí. Prácticamente vivimos juntos, y... No. No puede ser. Pero, ¡es tan guapo! Todavía recuerdo la frase de <<No te enamores de mi, no quiero hacerte daño>>, ¿la habrá seguido al pie de la letra? Poco a poco va saliendo una pequeña lagrimita de mi ojo derecho. No puede ser: ¡estoy llorando! No me atrevo a decir porqué.
Casi temblando, me quité la ropa y me metí en la ducha sin mirarle a la cara.
+ ¿Qué tiene mi diseñadora preferida?
- Nada...
+ ¿Estás llorando?
- No. Es que se me acaba de caer el champú en los ojos, por eso los tengo rojos...
+ Ah, vale. ¿Seguro que no tienes nada? - dijo con un tono muy impaciente.
- No. No estoy segura - salimos de la ducha y mientras nos secábamos, continuó la conversación.
+ Cuéntame, Dafne. Me estás asustando.
- Tengo miedo.
+ ¿Por qué?
- Estos días atrás, he notado que cuando te miro se me acelera la respiración, que cuando me besas el tiempo se para, que cuando veo que te desnudas cada una de mis terminaciones nerviosas cobra vida y que cuando te veo sonreír parece que no hay nada más hermoso que tú.
+ ¿Qué me quieres decir con eso? Yo también lo he sentido durante este año.
- Pero... No de esta forma.
+ ¿Por qué? ¿Qué hay de diferente? Somos amigos que viven juntos, se atraen y pasan un rato divertido juntos.
- A eso me refiero. Somos amigos...
+ ¿Y...?
- Me he enamorado de ti, lo siento - dije mientras empezaba a llorar otra vez.
+ No, no llores, por favor. Te tengo que confesar una cosa.
- Dime...
+ Yo también estoy enamorado de ti, pero no desde hoy, sino desde que te conocí. Eres la chica más hermosa que he conocido y te quiero.
- ¡Nooooooo!
+ Pero, ¿por qué?
- Yo no puedo enamorarme. Soy muy joven, no quiero novio, no quiero amarrarme. Quiero ser feliz.
+ ¿Has sido feliz este año entero?
- Sí.
+ Pues, ya está. Ésto es ser una pareja. Sólo que no puedes acostarte con nadie más, ni yo tampoco. Y también cambia otra cosa... Que las parejas se dicen te quiero.
- No. No puedo.
+ Inténtalo.
- No puedo.
+ ¿Por qué, Dafne? No es tan difícil.
- No puedo. No sólo te quiero.
+ ¿Cómo?
- Sí. Yo te quería hace seis meses. Hoy...
+ ¿Hoy qué?
- Hoy siento que te amo... Y lo peor de todo es que me duele. Te amo, y no quiero hacerlo.
+ Entonces, es amor de verdad.
- ¿Cómo? ¿Amor? Has violado mi primera regla.
+ No. La has violado tú. Me has dicho te amo y si la misma persona que hace el reglamento, lo infringe, éste pasa a ser inválido.
- ¡Cómo te odio, abogaducho!
+ Pero me amas...
- Sí. Aunque seamos amigos.
+ ¡A la mierda la amistad! Yo también te amo, Dafne. Eres todo lo que quiero tener. Piénsatelo, por favor. Voy a llegar tarde al trabajo. No me llevaré las llaves, si quieres que estemos juntos, ábreme la puerta cuando llegue, si no, volveré mañana a buscar mis cosas - dijo mientras se vestía rápidamente.
- Vale.
+ Hasta después - dijo. Después me dio un beso la mejilla.
- Espera...
+ ¿Qué?
Me abalancé sobre él y lo besé. Lo besé apasionadamente.
- Te amo. No tengo que pensar nada...
+ Entonces, ¿somos pareja?
- ¡No te emociones! Vamos a intentarlo. Si no funciona, ya sabes que los contratos los puedo renovar cuando quiera.
+ Muchísimas gracias, Dafne. Eres la mujer de mi vida - concluyó mientras salía por la puerta.
¡Mierda! Ahora me acabo de acordar que quedé con otro chico a las cinco y media. Tendré que suspenderlo porque tengo... ¿cómo se llama eso? Novio. Me da repelús la palabra, pero bueno. Da igual. Lo tengo a él. Daniel. Todo lo que quería. Mi NOVIO. Cada vez que lo digo suena mejor: MI NOVIO, desde hace un año y para siempre.

Capítulo II: No te enamores, no me gustaría hacerte daño.



La noche marchaba muy bien, más de lo que esperaba. Había buena música, en concreto mi tipo de música preferido: música antro y electro-merengue. Estaba muy animada, había chicos guapos, en especial un par de amigos, uno rubio y otro moreno, que me volvían loca. Me había tomado dos tequilas y un Gin Tonic, realmente me estaba volviendo loca. Me pasé dos horas mirando a la pareja de amigos y echándole sonrisitas cada vez que miraban.
- Unos de éstos va a ser mío, ya lo verás - le dije a Katia, mi amiga de toda la vida.
~ ¿Tú no puedes salir sin pensar en sexo?
- ¿Sinceramente? No. ¡¡Están demasiado buenos!! - y nos empezamos a reir a carcajadas.
De repente, noto que me están tocando el hombro y cuando miro hacia atrás, me encuentro con unos ojos azules de mirada penetrante, una sonrisa de cine y un pelo negro brillante, como el de los anuncios de HS for Men.
+ Hola, emmm... He notado que estabas mirándonos a mi amigo y a mí, y queríamos conocerte, a ti y a tu amiga, claro.
- Mm... Hola. Sí, hemos estado mirando, sería algo imposible no mirar.
+ ¿Imposible? ¿Por qué?
- Sois realmente guapos.
+ Gracias... - dijo con los cachetes totalmente rojos y una sonrisilla nerviosa.
- Bueno, y ¿cómo os llamáis?
+ Eh, sí. Yo soy Daniel y mi amigo es Kevin, ¿y vosotras?
- Yo soy Dafne, y ésta es Katia.
+ Encantados. Em... ¿Queréis tomar algo? Os invitamos.
~ Dafne, no deberíamos de beber más... - dijo Katia, con esa preocupación de madre que me ponía de los nervios.
- ¡Shhh! Claro que sí, chicos. Vamos.
Mientras nos íbamos acercando a la barra cada uno de los chicos iba hablando con la que más le interesaba y la verdad, que Daniel no estaba nada mal. Moreno, de tez oscura, ojos azules, sonrisa bonita, culillo respingón... ¡Nada mal!
Cuando me di cuenta, Katia y Kevin estaban bailando y, yo y Daniel estábamos en la barra hablando sobre nuestra vida profesional, aunque yo prefería hablar de algún que otro tema personal...
+ ¿Y entonces te dedicas a...?
- Trabajo como diseñadora de moda, bueno... mejor dicho: intento diseñar moda, porque mi jefa me tiene frustrada, no le gusta nada de lo que hago.
+ Seguro que son preciosos, ya me enseñarás uno de tus bocetos, algún día, ¿no?
- Claro que sí. Cuando quieras. Pero bueno... Hablando de algo que nos interese a los dos. ¿Tienes novia?
+ ¿Eres directa, eh? jaja. No, no tengo novia, ni nada por el estilo. Soy más bien... Liberal.
- Sí, muy directa. ¿Liberal? Me gusta.
+ ¿Ah, sí? - dijo mientras su cara se acercaba a la mía.
- Sí y mucho. Yo también soy liberal. No tengo, ni quiero novio. Sólo quiero mantener una relación esporádica de vez en cuando y ya está. Tan amigos -. Dije con una de esas sonrisas picaronas que los vuelve locos a todos.
+ Me gusta tu sonrisa.
- ¿Cómo?
+ Sí. Que me gusta tu sonrisa, es preciosa, tanto como tú.
- Em... Gracias. Yo veo en ti muchas cosas bonitas, pero no sé si lo que veo es tan bueno como lo que no puedo ver aquí.
+ ¿Quieres que nos vayamos dar una vuelta?
- ¿En tu casa o en la mía?
+ Jajaja, me gustas. En la tuya.
- ¡Katia! Me voy, te llamo mañana y te cuento.
~ Serás... ¡¡Adiós!! Llámame, ¿eh? ¡Te quiero putilla!
- ¡Y yo!

**Media hora después**
- Bueno...  Ésta es mi casa.
+ Querrás decir, la puerta de tu casa.
- Ya, es que antes de entrar te tengo que decir las normas.
+ Uf, esto promete.
- Bueno, sí. Estás apunto de pasar uno de los mejores momentos de tu vida, y no quiero que lo estropees, ¿vale? La primera norma es que nunca, en tu vida, menciones la palabra "amor" o cualquiera relacionada con ello, en mi casa o en un radio de 100 km, ¿vale?
+ Vale, vale.
- Y la segunda regla, la última y la más importante.
+ Dime.
- No te enamores, no me gustaría hacerte daño. Eres demasiado mono.
+ Vale. No sabía que me podrías hacer daño.
- Si me llegas a conocer alguna vez, ya verás de lo que soy capaz o no... - inmediatamente al terminar esta frase, le besé apasionadamente.
Ese beso siguió siendo apasionado hasta el final del pasillo, dónde me cogió y puse mis piernas entrelazadas alrededor de su espalda.
Realmente, será la mejor noche de su vida. Sin duda alguna.

Capítulo I: Pérfida Dafne.



"Discoteca Wilson
1€ el vaso de tequila (sólo para chicas), entrada: gratis
Abierto de 00.00 a 07.00"

-Bueno, a lo mejor aquí hay algo que me interese. Tiene buena pinta.

** Siete horas antes **

- Buenos tardes, dormilón. ¿Has descansado bien?
+ Claro. Contigo siempre duermo bien.
- Me alegro. Ahora, fuera. Ya sabes las reglas.
+ Pero... Hoy tenía la esperanza de que pudiéramos hablar de esta situación tan... extraña.
- ¿Qué situación? ¿Qué tiene de extraño esto? Quedamos, pasamos la tarde juntos, echamos un polvo, te vas de mi casa y tan amigos.
+ Pero yo no tengo edad ya para "echar un polvo" de una noche y ya está. Estoy pensando en que tengo que sentar la cabeza. Quiero formar una familia con alguien, y tú tampoco tienes edad para esto. Tienes veinticuatro años, no dieciocho. Tienes que madurar ya.
- ¿Qué me quieres decir con eso? Espera. ¿Me estás llamando inmadura?
+ No. No te estoy llamando inmadura. Quiero que... Bueno. Si quieres...
- ¿¡Qué!? No, no, no, no. Te estás confundiendo. El que no es maduro eres tú, porque por lo que veo, no entiendes lo que te dije hace dos meses cuando nos conocimos. Sólo sexo y amistad. Quiero que seas mi amigo íntimo y punto. No quiero nada serio.
+ Pero... ¡Si no me has dado la oportunidad de demostrarte que soy perfecto para ti!
- Tampoco quiero que me lo demuestres. 
+ Pero... Dafne, yo...
- Tú, ¿qué?
+ Te quiero. Me fascina tu forma de ser, tu forma de besar, de hacer el amor...
- Creo que este jueguito se ha terminado.
+ ¿Enserio? Menos mal porque...
- Sh, cállate, no me has dejado terminar. He dicho que se ha acabado este jueguito, pero para siempre. 
+ No te sigo.
- Que no me vuelvas a llamar. Esto se ha acabado. 
+ Pero, ¿¡por qué!?
- Has dicho las palabras mágicas, y ahora tienes que desaparecer. Adiós.
+... adiós, Dafne.
Ahora, vuelta a empezar. A ver dónde encuentro a un chico cómo él. Pero no es mi culpa, yo se lo advertí. Le dije claramente que no se enamorara. ¡Malditos sentimientos! ¡Asco de vida! Ahora tendré que salir a conocer chicos que estén dispuestos a estar así. No busco una relación. No busco nada, bueno sí: sexo. 
Estoy harta de tener que acabar siempre igual. ¿Por qué tienen que enamorarse? Yo lo hice una vez, pero ahora sólo es un vago recuerdo del que ni quiero acordarme. No sé por qué me siento mal... Sé que duele que te rechacen, pero así se aprende ¿no? Así aprendí yo.

Prólogo.


Hola, me llamo Dafne y voy a contar mi historia.
Mi vida ha estado llena de drama: tuve unos padres que siempre estaban trabajando y me tuvo que educar la asistenta, siempre me he sentido eclipsada por mi hermano mayor, que obviamente, es el favorito de los viejos. Mi familia nunca me ha dado cariño y mucho menos, me han prestado ayuda, por lo tanto con dieciséis años decidí escaparme. Hice mi maleta y me fui a vivir con el novio que tenía en esa época y con el que llevaba dos semanas y tres días saliendo. En fin, lógicamente, no tardé mucho en dejarlo con él y me quedé en la calle. Estuve dos días durmiendo en lo que vienen siendo baños públicos y escaleras de incendios de algún que otro edificio. Encontré trabajo en un supermercado y me puse a trabajar. A los seis meses me echaron porque intenté acostarme con mi jefe, siendo menor de edad, para que me ascendiera. Era una chica un tanto... Espabilada para la edad que tenía. Pasó el tiempo y hoy me encuentro aquí, escribiendo ésto.
¿Te interesa saber lo que pasó?
Pues sígueme.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Introducción.

Hola, mis pequeños lectores.
Me llamo Lara Sánchez y vivo en Gran Canaria, y como podéis ver, éste es mi blog dónde voy a postear un libro cuyo título todavía no está decidido (el de "Pérfida Dafne" todavía no es verídico). Bueno, me gustaría explicaros de qué va el libro:
Cómo dice en la entradilla del blog, trata sobre una chica cualquiera, de una ciudad cualquiera, en unas circunstancias cualquiera. Una chica que va a descubrir su verdadero yo y para ello, va a tener que recorrer un largo camino lleno de amor, desilusión, traición y amistad.
Espero que os guste y si tenéis sugerencias, no dudéis en comentarlas.
¡¡Muchísimas gracias a todos!!